Descripción del proyecto



Nagore, elegante escort con mucha clase
Hola, mi nombre es Nagore.
Soy una elegante y guapa escort preparada para acompañarte en todo tipo de eventos y situaciones.
La clase y el estilo quizás sean mis características más destacables. Cautivadora y muy seductora, puedo presumir de tener mucha mano izquierda y un gran saber estar. Te aseguro que lo pasaremos de maravilla.
Mis pechos son grandes, mi cadera bien dibujada y poseo un cuerpo esbelto de piernas interminables que llama a las miradas de todos en cuantos me ven.
Si quieres darte un lujo, te aseguro que seré para ti la musa de tus sueños, la amante ideal, la cómplice perfecta.
Llámame y comprobarás que entre nosotros puede haber mucho mas que palabras.
Escort de lujo en Bilbao | |
---|---|
Nombre | Nagore |
Estatura | 1,75 m. |
Color de pelo | Castaño claro |
Idiomas | Inglés y francés |
Color de ojos | Castaños |
Peso | 61 kg. |
Profesión | Ejecutiva de cuentas |
Edad | 40 años |
Medidas | 100-65-95 |
Origen | Española |
Tipo de acompañamiento | Acompañante, Apartamento, Viajes, Visitas |
Horario | Cita concertada |
Localidad | Bilbao |
Disponibilidad | Consultar |
LITERATURA ERÓTICA
Texto extraído de «Los entresijos de una guerra 10»
Autor: Helena
Agarré el miembro de Herman, que recibió mis manos completamente endurecido. Lo envolví y comencé a acariciarlo a través de toda aquella longitud que en el primer contacto siempre me parecía haberse dilatado un poco más. Luego jugueteaba con él detenidamente y la mayoría de las veces, volvía a parecerme del tamaño de siempre. Pero lo que sí que era invariable, era aquella cálida rigidez que siempre me hacía desearle desesperadamente.
Rodeé su cuello con mis brazos para que dejase mis pechos y me besase de nuevo mientras yo le procuraba un lugar de honor entre mis piernas. Quizás en otras circunstancias hubiera insistido más en demorarse allí donde quisiera, pero en aquella ocasión se colocó apresuradamente y entró en mi cuerpo sin que yo hubiese podido hacer nada por evitarlo en caso de que hubiese querido hacerlo. Y obviamente, no quería. Yo dejé que mi boca se deshiciera con la suya en un placentero alarido cuando entró, recordando lo diferente que era imaginarse todo aquello a sentirlo en mis propias carnes. Sujeté su cara y le miré mientras empujaba con sus caderas hacia mi interior sin detenerse. Forcejeó levemente para volver a besarme, pero a mí me excitaba ver aquella cara que había tenido que imaginarme, de modo que insistí un poco más y él se limitó a mirarme a los ojos sin apartar su mirada mientras seguía embistiendo contra mi cuerpo.